viernes, 28 de julio de 2017

DE CRISTALES ROTOS

En estos días he visto la película Dunkerque, la temática de la Segunda Mundial siempre me ha gustado, me encontré con una gran película. Habla más de sentimientos que de guerra, de sobrevivir que de morir...la recomiendo con gran placer.
No sé muy bien por qué, quizás la lucha por sobrevivir me ha hecho recordar una obra de Arthur Miller: Cristales rotos. Fue en el María Guerrero en 1995.
Creo que fue la única obra en la que pude ver la dirección de Pilar Miro, he de decir que fue muy limpia, que dejó al autor asomarse al escenario y a los actores los dirigió con solvencia dejando que sus personajes fueran libres.


Pero me estoy adelantando porque ni siquiera he contado el argumento de la obra: Nueva York en 1938, Phillip y Sylvia  Gellburg son un matrimonio judío. Phillip trabaja en un banco de Wall Street, siendo además el único judío. Sylvia tras conocer las noticias que hablan de la noche de los cristales rotos en Berlín deja de andar. El matrimonio contacta entonces con el Dr. Hyman, que opina que la parálisis de Sylvia es de origen psicosomático, y decide tratarla aunque no sea psiquiatra. A lo largo de la función,  el médico consigue conocer cuáles son los auténticos problemas que tiene Sylvia tanto en su vida personal, pero sobre todo en su matrimonio, problemas que son los que realmente le han dejado en una silla de ruedas. Philip, el esposo, que se deja maltratar en su trabajo, por el hecho de ser judío, está a punto de morir ya que sufre un infarto tras tener una fuerte, discusión con su jefe. Al verse en esa situación, se sincera con su esposa, hablan de sentimientos e incluso pide perdón. Sylvia finalmente se recupera porque la transformación del marido rompe su bloqueo.
Lo que Arthur Miller nos plantea en esta obra es la negación que hacemos de nosotros mismos para poder adaptarnos a mundos, que no consideramos nuestros, pero que nos son necesarios. Llegamos a crear mundos paralelos para poder sobrevivir. Finalmente los personajes son conscientes del juego que se tienen con la vida, e intentan llegar a entender si es positivo o negativo, creo que eso nunca se sabe hasta que la vida va pasando.
De la dirección ya he hablado, Pilar Miró me gustaba como directora de cine y no me disgustó en el teatro, era fresca y eso se notaba sobre el escenario.
Los dos actores principales José Sacristán y Magüi Mira me hicieron ver el dolor de sus personajes.
En mi opinión lo que Arthur Miller consigue, de forma casi docente, es mostrarnos que la incomprensión y la intolerancia han existido siempre en la condición humana y desgraciadamente pienso siempre existirán porque "nadie es perfecto"


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