Todos, o casi todos, conocemos la historia que en esta obra se cuenta porque el Séptimo Arte nos la acercó a las pantallas. Quizás no todos sabemos que primero fue un libro escrito por Larry McMurtry. Tampoco se sí, todos, sabemos que está sobre el escenario del Infanta Isabel desde el 11 de septiembre al 17 de noviembre.
La sinopsis es la siguiente nos encontramos con dos mujeres, Aurora y Emma, madre e hija, que se quieren pero que, como pasa siempre, tienen una visión diferente de como deben ser las cosas. Aurora, es una madre con carácter, buena y viuda que tiene sus escarceos y Emma es una adolescente que quiere vivir su vida. Todo sigue el normal curso del paso del tiempo, boda de la hija incluida, hasta que a Emma le diagnostican un cancer...
La dirección está en la mano de Magüi Mira y se nota, en el mimo con que lo hace, que lo contado es importante para ella. La dirección es suave, perfecta y maneja el espacio de forma magistral. Crea una relación madre e hija dinámica y reconocida, casi seguro, por parte del público. Hasta alcanzar la última fase donde es todo más íntimo.
La escenografía, sin demasiados elementos, consigue llenar los espacios y la hace perfecta.
Está vez voy a nombrar también al productor, Jesús Cimarro, creo que es uno de los mejores productores que hay actualmente.
Los actores son: Lolita Flores como Aurora, Marta Guerras es Emma, Luis Mottola lo vemos como Werner, Antonio Hortelano se presta a Flap.
Tengo que decir que es la primera vez que veo a Lolita Flores sobre el escenario, y tengo, también, que decir que me ha sorprendido gratamente. Tiene una fuerza sobre el escenario que traspasa a las butacas.
Marta Guerras, con una gran naturalidad hace de su Emma un personaje creíble. Se nota una buena complicidad con Lolita Flores.
Luis Mottola, su personaje es quién hace sonreír al público y Luis consigue darle los matices necesarios, al igual que Antonio Hortelano como Flap, el marido de Emma.
En resumen nos encontramos con una obra que nos hace reír, que nos hace llorar, que consigue emocionarnos porque, seguramente, nos podemos reconocer en ciertos momentos.
Pero quizás la lección más bonita sea la necesidad de volver a mirarnos a la cara al hablar, el dejar a un lado las tecnologías y volver a sentir que el espacio se llena de nuevo de personas y no de chips.
Vayan a verla y disfruten, realmente merece la pena.