viernes, 24 de mayo de 2019

DE MIS ANÉCDOTAS EN EL TEATRO


En esta entrada, quiero contar alguna cosilla que me ha sucedido cuando he ido al teatro. Como todo lo que sucede en la vida, hay cosas no muy agradables (pero que se olvidan) Sucesos que me han tocado el alma de forma especial, por maravillosos y que jamás olvidaré, en este punto tengo que dar las gracias a grandes como María Casal y Alberto Vázquez porque son muy culpables de este fabuloso sentimiento. Y también, hay situaciones divertidas, que serán en las que nos vamos a a centrar.

Voy a contar dos, para mi de las más divertidas. En ambas, está mi tía formando parte del reparto, ya os he hablado de ella. Añado, en mi defensa, que yo era adolescente y tímida así que...

La primera ocurrió cuando fuimos a ver "El concierto de San Ovidio", en el Teatro Español, año 1986. Explicado esto, comienzo.

Allí que fuimos mi hermana, mi tía y yo, llegamos tarde, un par de minutos, pero la obra había empezado. Y en ese momento comenzó ante mi una de las mejores interpretaciones que he visto,  fue en la calle, fue la de mi tía. Empezó con la taquillera, "mire que vienen desde lejos para ver la obra, con lo que nos ha costado que pudieran venir..." hablaba con el mundo pero ¡con una pena! Mascullaba más que hablaba, y, para nuestra sorpresa, empezó a surtir efecto. La taquillera, enternecida, llamó a un acomodador, éste le explicó a mi tía que no había nada que hacer. Mi tía: "no se preocupen, pero que pena..." La cara de mi hermana y mía, ya no se si era de no creerlo, era de diversión.., yo creo que parecía que estábamos realmente agobiadas, porque cuando nos íbamos llegó otro acomodador que nos dijo "pasen hay sitio en la última fila, no hagan ruido" Y gracias a mi tía, a sus dotes teatrales y a la bondad de los trabajadores del teatro pudimos pasar. Añado que era cierto que al día siguiente volvíamos a nuestra casa, bastante alejada de la ciudad de Madrid, así que la mentira no era tan grande.



El siguiente suceso tuvo como colaboradora, muy, necesaria a mi madre. Primero nos situamos, año 1989, Teatro Fígaro, obra "Por los pelos" Entramos al patio de butacas, nos indican nuestros asientos y nos sentamos. Hasta aquí todo normal. Observo que delante de nosotros hay un grupo de gente joven, no les presto atención.

Pero mi tía y mi madre comienzan a decirse cosas como "a mi me suena" contesta la otra "y a mi, pero no se de que" yo, mientras, seguía en mi mundo, "creo que deberíamos saludarla porque si nos conoce..." En ese momento se escuchó la última señal acústica para que la gente se sentará y la conversación cesó.

Cuando se encendieron las luces del descanso, decidí ir a estirar un poco las piernas. Pero ellas decidieron quedarse en su asiento, y ese fue mi gran error. Cuando volví, aseguro que tres minutos después, observo que están hablando con una chica de la butaca de delante. Me extraña, pero bueno... Sigo acercándome y es cuando lo entiendo todo: por supuesto que conocían a la chica, pero no por los motivos que ellas creían: era Lidia Bosch

Al acercarme, pude oir la conversación y era la que se mantiene con alguien que sabes que conoces, pero no sabes de que, ambas estaban empeñadas que era la hija de alguna amiga... Pero lo que me sorprendió fue, ver, que Lidia les estaba siguiendo el juego con una educación y cariño que emocionaba. Al ver mi cara, me sonrió, y me murmuró "no pasa nada" No sé si contesté gracias, sino lo hice, sirvan estas líneas para dar mi agradecimiento a una persona que mostró una amabilidad enorme frente a dos desconocidas que no paraban de hablar.

Fue al llegar a casa cuando les explique quien era la persona con la que habían hablado. Mi madre y mi tía dijeron "pues bien simpática que es" Creo que la única que pasó vergüenza fui yo.






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