domingo, 7 de abril de 2019

DE PORT ARTHUR

En el teatro Kamikaze en Madrid se ha programado Teatro Documento. Para los que se pregunten que es pongo definición: es un teatro que utiliza material documental preexistente como material de origen para historias sobre personas y eventos reales, con frecuencia sin alterar el texto en la interpretación (wikipedia)

De los dos textos que están interpretando "Port Arthur" y "Jauría" he visto el primero.

La obra es el interrogatorio, real y recogido en Internet por una filtración, al autor de 35 asesinatos en el lugar que da título a la obra, en Tasmania (Australia). Algunos quizás lo recuerden porque no ocurrió hace tanto, fue en 1996. Lo que vemos sobre el escenario es el interrogatorio de los dos policías intentando que el asesino, Martin Bryant, confiese. Este dice no acordarse de nada y comienza entonces una lucha para lograr una confesión o mejor dicho un por qué.

David Serrano es el director, tiene en sus manos un texto de Jordi Casanovas que resume un interrogatorio de ocho horas en casi la hora y media que dura la representación. Y este director (maravilloso en muchas ocasiones) tiene una dura tarea, que no cumple del todo, ya que es muy difícil que durante ese tiempo figuras, más o menos estáticas, con conversaciones repetidas, a veces parece un bucle (al fin y al cabo eso es un interrogatorio), en la que la figura principal (el asesino) no se mueve en ningún momento, consiga el dinamismo que una obra debe tener.

Situaciones como la descrita, por ejemplo en el cine, se pueden apoyar en diferentes tomas (primeros planos de los ojos, de las caras...) pero en el teatro no hay red, ni primeros planos. No me mal interpreten, la dirección es correcta pero no llega a coger del todo el ritmo que una obra de teatro necesita, es un pelín plana.



En cuanto a los actores, estuvieron francamente bien. Los dos policías, a los que dan vida Joaquín Climent y Javier Godino, están intensos cuando sus personajes lo requieren, pero sin hacerse pesados, se complementan y apoyan sobre el escenario. Adríán Lastra, que da vida al asesino, a pesar de la ya indicada falta de movimiento, logra que te centres en él. Consigue trasmitirte el candor del personaje, por la vida que ha tenido y su discapacidad, pero también la ironía de quién se cree con los triunfos, un papel que difiere mucho de los que le hemos visto habitualmente, y sorprende gratamente.

No crean que no les voy a animar a ir a verla, todo montaje debe ser visto, es una obra que si desde el principio entiendes, que lo que ves es algo que ha pasado realmente, que es un interrogatorio, y te dejas llevar por los actores, francamente la disfrutas.