sábado, 6 de julio de 2019

DE NUEVO COPHENAGUE

Hoy, de nuevo, voy hablar de una obra, más exactamente de "Cophenague" Digo, que voy a volver hablar de ella porque, si lo recuerdan, en el blog ya hay una entrada de esta obra. La que vi en el 2002 interpretada por Fernando Delgado, Juan Gea y Sonsoles Benedict,  dirigidos por Román Calleja

Si me permiten me voy autocitar en ciertos momentos

La obra Copenhague de Michael Frayn,  desarrolla un encuentro real, en 1941, entre dos grandes físicos: el alemán, Werner Heisenberg, que viajó a Copenhague para visitar a su maestro danés, Niels Bohr. Lo que en esa reunión se habló, es totalmente desconocido, ninguno de los dos comentó nada posteriormente, la única persona presente fue la esposa de Niels Bohr, Margarita. Así que, la obra deja a la imaginación del autor volar para poder conocer lo que conversaron, obviamente, en un marco de tensión provocado por la relación de ambos y sus diferentes países, durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero antes, de la mencionada y lógica tensión, habían sido discípulo y maestro, ambos consiguieron revolucionar la física, pusieron las primeras piedras para las investigaciones atómicas. Y esto es lo que el autor utiliza para dar sentido a una visita, que en el fondo, ni los propios protagonistas saben muy bien por qué se produjo, no saben por qué el físico alemán decide ver a su maestro.

Según lo que vemos sobre el escenario, Werner Heisenberg, que trabajaba en la bomba atómica para los alemanes, realmente visita a su maestro danés porque tiene un importante dilema moral ¿puede un científico trabajar en una investigación sobre cómo se puede utilizar la energía atómica? ¿puede moralmente hacerlo? Ambos son personas que trabajan con la incertidumbre científica, en muchas ocasiones no logran encontrar respuestas a esas dudas que ellos mismos además crean, y eso marca sus vidas también. A veces, no son capaces de bajar de sus teorías a la realidad, pero ahí es donde aparece el tercer personaje Margarita, nos muestra y les muestra, cuanto de humanos tienen estos dos grandes científicos.

El reproche del matrimonio hacia el alemán es continuo, no se logra llegar a ninguna conclusión real porque, si somos sinceros, cada uno de nosotros tiene su propia teoría, y es difícil que entendamos la del contrario. Lo que si podemos notar es que, los reproches que se hacen están llenos de dolor, dolor provocado por el amor y admiración que se tenían. Una Guerra, que todo lo destruye, también termina con ello.

La obra está dirigida por Claudio Tolcachir, la dirección es buena. Los tres personajes se mueven de forma correcta por el escenario, sus interpretaciones tienen la intensidad adecuada, quizás bajen en algún momento, pero poco perceptible.

Los intérpretes, es difícil ser imparcial y  hablar de ellos. Los dos científicos son interpretados, para mi, por dos maravillas, dos portentos de la escena, hablo de Emilio Gutiérrez Caba y Carlos Hipólito.

Mi admiración más absoluta para Carlos Hipólito, el monólogo final es para guardar en la memoria siempre, como todo lo que él interpreta. Emilio Gutiérrez Caba, aunque su interpretación la hace con oficio admirable, le falta, en mi humilde opinión, un poco de intensidad. Malena Gutiérrez es una muy buena contrapunto para ellos, conoce y hace su oficio de forma perfecta. Crean armonía sobre el escenario.

Pero al salir del teatro he tenido la misma incómoda sensación que la primera vez: ¿realmente debemos avanzar, deborando todo, sin plantearnos la duda moral de que quizás nuestros avances no sean los adecuados? En Copenhague no nos están hablando de épocas tan lejanas...

No hay comentarios:

Publicar un comentario